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viernes, 27 de mayo de 2011

Si no fuera por ella seríamos más infelices. Aparece en nuestras vidas como un soplo de aire que nos devuelve el aliento perdido. Es el viento que aleja las nubes, la sombra que nos ofrece un respiro en el camino. No hace falta llamarla, acude por voluntad propia, cuando todo parece que termina, cuando nadie nos ofrece una parte de la misericordia que creemos merecer. Hay gente que vive sin ella, y otra que la necesita a su lado. Qué más puedes pedirle si te acompaña, aunque no la merezcas más que otros.

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