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viernes, 29 de julio de 2011

Dos poemas de Heberto Padilla




POÉTICA


Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.






DICEN LOS VIEJOS BARDOS

No lo olvides, poeta.
En cualquier sitio y época
en que hagas o en que sufras la Historia,
siempre estará acechándote algún poema peligroso.
PARA ESCRIBIR EN EL ALBUM DE UN TIRANO


Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan-el-gago, Pedro-el-mudo,
porque descubrirán un día su voz fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres.


                                              Heberto Padilla ( Fuera del juego)



Qué premeditado silencio esconde una de las voces más importantes de la poesía en lengua española.

jueves, 28 de julio de 2011

Parece que la libertad nos ha dejado dormidos, como viejos reptiles que buscan en el sol su alimento. Lejos el mismo sol hiere los labios sedientos de esos hombres que caminan ciegos hacia el ocaso. Sin más pertenencias que el miedo y el hambre, y sin ninguna esperanza. Aquí cerca, te das la vuelta, para que tu cuerpo no sufra con la misma postura, y acercas una bebida fría, aromatizada con unas gotas extraídas de una mondadura de color verde, y dos o tres granos, de una especia que no conoces. Gin Mare, qué bonito nombre para una ginebra.     

jueves, 21 de julio de 2011

De nada sirve justificarse. El sopor de la canícula, día tras día, penetra con más ahínco en la casa, la rutina se aferra a la piel dejando su marca, y el tedio convierte las horas en un tiempo que se derrama inocentemente. Nada parece capaz de empujar el cuerpo hacia delante, sacándolo de su derrota, de una costumbre aceptada. Porque nadie puede mirar con tus ojos, advertirte de que eso que tú no ves como un peligro puede dañarte. Nadie puede errar por ti, y luego sentir la dicha que sólo se alcanza cuando uno apuesta y lo arriesga todo.   

domingo, 17 de julio de 2011

Hoy, el mar estaba picado, con olas pequeñas que traían revueltas las aguas. En la playa el viento levantaba la arena más fina, doblando las sombrillas como pañuelos. Pronto se quedó la playa casi desierta, más propia de los días de otoño, cuando la gente abandona los baños hasta el verano siguiente. Y sin embargo el agua no estaba fría, y el sol dejaba tranquilos los cuerpos tumbados en reposo. Leí algo, entre líneas, anotaciones sobre la tragedia, que se ya se insinuaba en Homero. Esa será la lectura de este verano, alguna obra de Esquilo, Sófocles, y Eurípides, en un intento de hacer menos profundo ese vacío, y menos dolorosa mi ignorancia. 

jueves, 14 de julio de 2011

Sigue julio su pauta. Apenas deja un resquicio, una salida. Y poco a poco el cuerpo se acostumbra, y acepta sin rebeldía que los días no merecen nada. Bajo este sol, cubierto de humedad, la imagen del infierno es un calco certero de las ruinas, de estas tierras que hierven como el azogue. Cuando llega la noche, algunas noches tan sólo,  se calma la fiebre y parece que una brisa dulce llama a la puerta. Me levanto y veo que nadie camina, y ahí están los cuerpos suplicando la gracia que los devuelva a su sueño, a ese sueño que apaga las llamas como se apaga una vela, juntando los labios.

miércoles, 13 de julio de 2011


A veces el destino es un mero trámite cuando intuimos que todo es más que posible, más que probable, sólo un mero trámite y cuestión de tiempo. Ese tiempo ha transcurrido deprisa, más para unos que para otros, pero ha sido un tiempo bien aprovechado por Aitor Lara. Atrás han quedado aquellos años sevillanos, tan plenos en el recuerdo como lo fueron de vida. Aitor se defendía entonces desvelando la otra cara de una ciudad como Sevilla, siempre hay un lugar para la belleza al margen de los bienpensantes. Su mirada era despierta y no dejaba nada por mirar, ni por vivir, nada que lo alejará un simple prejuicio. Lo que vino luego, al cabo de los años, fue verlo como fotógrafo. Su obra parece decirnos el respeto que siente por los grandes maestros de la fotografía en blanco y negro, pero guarda de aquellos años de descubrimiento la devoción por lo fronterizo, y lo oculto, por esos mundos que la mirada del artista es capaz de trascender, de elevar sobre una realidad tantas veces maltrecha, y relegada a las sombras. Su obra tiene una fuerza inusual en estos tiempos donde degustamos mejor la mermelada que los arenques, y el artista es demasiadas veces una vedette sin fuste ni agallas. Esa fuerza, que es honradez, honestidad, lo salvará del olvido. Pero no será fácil que su obra pueda digerirse. Ya se sabe, sólo el tiempo le concede al destino la razón.





miércoles, 6 de julio de 2011




Qué raro resulta encontrar un banco donde se sientan cómodos dos viejos amigos, tan celosos cada uno de sus manías y sus caprichos. Lo mismo ocurre cuando coinciden en un mismo lugar, en un único soporte dos disciplinas artísticas , tan ajenas siempre la una de la otra, e igualmente celosas cada una de ellas de su propio mundo. Las aventuras estéticas que combinan poesía y pintura no siempre alcanzan los resultados deseados. Pero cuando eso ocurre lo que resulta de ambas sobrepasa la suma de las partes . Ese es precisamente el mérito de un libro como Nord-Sud de Juan Manuel Bonet y Bernard Plossu o de Bernard Plossu y Juan Manuel Bonet. Nadie diría si las imágenes han sugerido los versos o si a través de la palabra el fotógrafo ha ido descubriendo la realidad más cercana a esa ficción verdadera que es toda literatura. Si las fotografías sugieren más que señalan caminos posibles, los versos de Bonet nos acompañan como si fueran los ojos del lazarillo por los que descubrimos el mundo. Su certeza y su cercanía hacen que el secreto de la imagen se revele, ofreciendo una verdad que el lector enseguida comparte, y al mismo tiempo con el convencimiento de que la intriga que cualquier imagen anónima encierra en sí ha sido ya desvelada. Esta tarde he vuelto a ver La lista de Schindler y aún resonaban en mi aquellos versos del Reloj funcionalista que había leído unas horas antes : Reloj mide las horas/ de una Europa libre, feliz.       

martes, 5 de julio de 2011

Buscar entre las letras como si fueran semillas. Dejar a un lado las picadas por algún insecto, las que ya están secas, las moribundas. Separar con delicadeza las más débiles de las otras, las que uno piensa que serán útiles, y aguantarán el invierno. Áquellas que sin compañía sabrán resistir la soledad, y se harán fuertes en su tarea. Escoger sólo unas pocas para hacer con ellas una línea recta y segura, cubriéndolas de la mejor tierra, y esperar, esperar, a que la noche pase su mano, y un buen día puedas ver en sus hojas algún pensamiento, o el fuego que acompaña.

lunes, 4 de julio de 2011

Cómo se cubren los días, cómo se esconden . La luz del futuro esquiva la tormenta, la incertidumbre que se propaga como una enfermedad, y se extiende sobre los cuerpos, y los actos, con minuciosa calma. Sigues, en pie, y llevas tus manos hasta el vacío. Lo que ellas puedan coger vuelves a dejarlo a su suerte.

sábado, 2 de julio de 2011

Hay lugares para vivir , y lugares extremos donde a la vida se le pide esfuerzos demasiado costosos, y casi siempre inútiles para hacerla más grata. No recordaba los veranos vividos en Sevilla, ni el calor que obliga a recluirse, a pertrecharse de la mejor manera posible en casa, buscando alguna corriente de aire o la sombra de un patio, cuando no se dispone de aire climatizado, ese aire que la electricidad muta en falso viento de diciembre, y al que uno se acostumbra con facilidad. De estos días pasados en Sevilla quedan sólo algunas imágenes de la ciudad, y sobre todo las exposiciones de José Miguel Pereñíguez en la galería Rafael Ortiz , y  Juan Francisco Isidro en la sala de Santa Inés. Ha sido una sorpresa descubrir a este último artista que de no haber fallecido tan prematuramente, con apenas 32 años, hubiera realizado una obra importantísima, a juzgar por los cuadros seleccionados en esta exposición, en esas  piezas en las que la fotografía le permite investigar sobre el tiempo como la suma de esos instantes falsamente idénticos, y fundamentalmente en sus últimos trabajos sobre madera, donde espíritu y materia convergen en ese camino del arte, en la fundación de un espacio mítico.  Por cierto  el colegio de arquitectos de Almería organizó una exposición póstuma de Isidro, en el año 1994. De los dibujos de Pereñíguez, lápices y grafitos, queda la huella de un artista con un imaginario que indaga en el misterio de la muerte, a través de objetos que él mismo construye, como paso previo para poder más tarde dibujarlos. Pequeñas piezas, brocales que esconden y al mismo tiempo desvelan el abismo,  cajas o urnas funerarias, construcciones levantadas como túmulos, todo un espacio que representa el espacio de la memoria, en un mundo como el nuestro donde ya no queremos que quede memoria de la muerte.  
 
Juan Francisco Isidro

José Miguel Pereníguez