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jueves, 5 de mayo de 2011


Comenzar cada día como si nada pudiera ponerle término, cerrar las hojas de la ventana para que la luz pase sin nadie. Abrir las vendas que esclavizan los ojos, y alimentar la mirada que ha permanecido mucho tiempo caída. La luz se acerca a quien la recibe con los brazos abiertos. Un cielo extrañamente luminoso se asoma a la pared más blanca, cubriéndola de esperanza. Y nos limpia por dentro.     

Dice Kafka en sus Diarios que una de las ventajas de llevar un diario consiste en que uno cobra conciencia, con una claridad tranquilizadora, de las transformaciones a que está sometido incesantemente … uno encuentra en su diario pruebas de haber vivido .
Pasada una edad no queda tiempo. O el poco que queda no debe desperdiciarse. Pero, ¿servirá para algo escribir aquí lo que el ojo es incapaz de discernir? El azar ha de llenar, una vez más, esta intemperie, abrigar este cuerpo.

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