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jueves, 28 de junio de 2012




ROBERT LOWELL
México 
(Fragmentos)

1
Las dificultades, las imposibilidades permanecen;
yo, de cincuenta años, humillado con la dorada
    basura de los años,
como un cerro de heno, al laurel muerto torna gris mi
    espalda;
tú, con algo de dulzura, de edad incierta, digamos
    veintisiete,
no lastrada por el honor o la decepción.
¿Cuál es la ayuda entonces? No al sol, la
    florescencia escarlata
y la fiebre elevada de este día séptimo,
la diarrea predestinada del caminante, la náusea,
los múltiples piquetes del mosquito, redondos como
    pesos,
Aquí sin esperanza en Dios o en los dioses aztecas; nosotros, gente solar, sabemos que el sol, la fuente
    de la vida
morirá, a menos que lo alimentemos con sangre
    humana—
los dos somos relojes y sólo contamos en el tiempo,
el filo aguzado de la manecilla presiona contra
    el porvenir.
2
Ni la fe que no acelera el paso o lo retarda, ni las
    cargas activadas
por la llama de Alá, ni la ilusión de salvar mujer e hijo
pesan mucho contra su fuego concentrado—
Abel aprendió esto cayendo entre glorias matutinas y verdes
y las gelatinosas plantas trepadoras del crepúsculo
    saurio.
Prosigue, sentirás la seguridad, el delirio,
los soldados rasos seguros de aplastar al enemigo,
los clanes de Dundee en Killicranks, destruyendo
a los ingleses, que tres días más tarde seguían
    corriendo.
Nos unen las mismas ataduras de dolo e inocencia;
y con todo no somos iguales; he vivido sin sentir desde hace tanto la pérdida que ya no duele;
y rutas y reflejos del mundo me dejarán flotando en
    libertad—
Tú, Dios te ayude, debes ambicionar cada una de tus  
    respiraciones.
3.
Deseando alzar la cruz del Rey, Sacrificado
en el monasterio de Emmaús en Cuernavaca—
nombre mundano para su planta aerodinámica
y sus crucifijos vanguardistas, los monjes, como Pablo, se
    han ganado
con artesanías al costo de la transferencia de profundidad.
Aquí acampó dos años una Comisión Papal,
y emitió su decreto: el análisis no es obligatorio,
su sereno Prior belga era herético, un desviado...
No pudimos hallar el cadáver removido por un helicóptero;
las celdas estaban vacías, pero el arte aún se vendía;
legos neuróticos te acechaban como venados,
alambres de púas en cabañas blancas e inmaculadas, cuyos 
    nombres eran
Sigmund y KarJ... Viven la vida de los monjes,
una revelación alivia el estrago de la anterior.
5
Al sur de Nueva Inglaterra, al sur de Washington,
al sur del Sur, paseo bajo la luz vidriada de la luna; rocío en el pasto y nadie en la distancia...
este deseo sin límites me impulsa,
como a un toro con anillo en la nariz y cadena en el anillo...
Nos alejamos, toro y vaca, puedes imaginar
un ganadoapareándose seis largos días de olvido: yendo y viniendo por el camino, de nuevo este amurallado
sendero del jardín, arduas espinas de heno se clavan en
nuestros escondrijos;
y siempre a la vista de todos y cada uno,
del sol en plenitud, del ocaso que dibuja siluetas, mostrándose ante las luces altas de los autos que pasan,
Luego desaparece; aprendo a vivir con la historia. ¿Qué es la historia? Aquello que no puedes tocar.
6
En medio del invierno de México. Sin embargo,
altas flores rojas
persisten en los árboles, y todo está en la hoja,
el crepúsculo quema los ladrillos enormes como
    hogazas—
en algún sitio debí encontrar este color, el rosa
    enfebrecido,
y supe su mensaje: ¿o será que a tu casa veinte
    veces
te he encaminado, y luego retorné sobre mis pisadas? Ningún momento vuelve y es manejable, ni dos veces
    ni una.
Hemos esperado, pienso, toda una vida para este
    paseo,
y el polvo blando bajo nuestros pies se deshace
como la sal de la pureza, alba y estéril; incluso
es sal tu blusa de encaje abullonado. Los ladrillos se
    apagan;
al minuto más común no se divide, ni una ni dos
    veces...
Cuando sales, te evoco, cada hora del día,
cada minuto de la hora, cada segundo del minuto.
7
Tres almohadas, punta a punta, elásticas, curvas, y
    frías
cubiertas por la sábana del diván. Por un segundo,
la mano alucinaba—
me pensé descubriéndote. En el crepúsculo,
el lavabo despide su golpeante perfume, su dulzura,
un enlace de ron y coca-cola. Oscuridad, querida,
    oscuridad:
aquí siempre, lo ilusorio de la noche, las luces observan a los mexicanos, niños casi todos,
conformados por habitaciones
como cajas en una calle donde los autobuses
    devoran la acera.
Y la medianoche del Año Nuevo; en el mercado
tres beben
    cerveza
en latas adornadas con limones y sal; una mujer azteca,
canta sus baladas de adulterio; y llora porque
su esposo la ha abandonado por tres mujeres para asumir
la pobreza que todos los hombres deben enfrentar
a la hora de la muerte.
8
Como si masticáramos hierbas saladas y ramitas
    secas,
llenando nuestras bocas de polvo y trozos de adobe, ratas, gusanos y lagartijas, descendimos la colina,
el amor es sereno, no legisla
porque las leyes protegen y encarcelan.
Seis leones de piedra, arduos bebedores, más bien
    sapos,
guardan la fuente, tres faroles herrumbrados se
    deterioran;
tres calamares de piedra, tres veces pisas levantando
el canalónno citado en guía alguna... esta ciudad
    de la llanura,
donde el agua enrojece, como si estuviera teñida,
y en la cantina trece muchachas se sientan a la mesa, luego ninguna, entonces sólo veinte se juntan con los hombres,
probos y lujuriosos asesinos—
la devoción trepa la colina con zapatos de hierro.
10
Quizá no artista, tú trasciendes sus frases,
una joven demasiado simple para tan detallada
    astucia...
Toma ese día de hornada en la terraza de mármol,
la roca y el pasto pardos del asado, el aliento
del mundo que se eleva como el humo maduro de las
    castañas,
una hendedura que en el cuerpo del valle deja caer  
    distancias;
enfermo y pensativo, el siguiente día
de la flor roja, las colinas, el volcán y el valle—
ésto no es lo más grande, aunque sea grande; las horas
de calosfrío, dolor y quemadura, cuando
    acometeríamos
más allá del denuedo, las alturas
y luego la caída... recayendo en el discurso honesto:
la enfermedad, comida que la carne debe tragar alimenta nuestras mentes... la mente, que también es carnal.
De Notebook

lunes, 25 de junio de 2012



Olvidé el nombre y, en ese mismo instante, la verdad que ese nombre contiene.  Pero algo de todo aquello queda atrapado en ese lugar, en un dominio que pertenece al pasado, y sin embargo está presente aquí y ahora cuando miro derrotadas esas hojas, enterrado el color  como una estela que se apaga antes de iluminar el cielo . Cubren los hilachos la tierra igual que  viejas serpentinas que el viento lleva lejos, desperdigándolas, alejándolas de su verdadero origen. Pero nada es comparable a la presencia de un cuerpo caído, ni a la extrañeza que deja en la memoria un cuerpo abandonado, un cuerpo  que no respira, ni oye,  un cuerpo apagado con toda su vida dentro, con todo el amor y el tiempo  terminados . Y sin saber a dónde, a qué lugar se dirige solo.

martes, 19 de junio de 2012



La luz despojándose de la noche, tan delgada y fría como una tripa de cerdo sumergida en el agua. Los árboles despertándose, como animales cansados que no recuerdan la herida.  Y  los  hombres caminando detrás de un sueño.  Sin darme cuenta , intento abrir los ojos para sentir el tiempo , señor de todas las cosas, de la luz y las montañas.  La noche, entonces, se aleja, vive sólo en el recuerdo, lejos de aquellos hombres que caminan y siguen los pasos del río, una brecha abierta en la corteza, hacia un destino que nadie conoce.   

lunes, 18 de junio de 2012



Llueve, en algún lugar, y yo acerco mi boca hasta la herida. El agua aleja el frío, moja los muslos. El Dios que no conozco abre las manos y entrega una limosna, un sueño que no lástima ni la raíz ni el fruto. La memoria se arrodilla y bebe el agua fresca,siente la tierra, el cuerpo que ha de ser sólo recuerdo, la corriente que lleva algo más que agua, y vida, siempre la misma y siempre distinta. Pero el Dios que no conozco cierra las manos, y esconde la lluvia.

viernes, 15 de junio de 2012



VUELTA

Asomaban las primeras sombras mientras el agua de lluvia cubría el asfalto, lleno de cráteres, los pies
hundidos en sus oscuras cavernas , y el frío y el miedo en las piernas, en lo más profundo.  Y aún así decidimos subir por la montaña hasta las cruces. En lo alto era menor el remordimiento, más intensa y libre el ansia, el pecado pequeño si la vida bullía mientras alguien encendía unas luces a lo lejos. Una estampa de la ciudad marítima dibujada en el horizonte, con sus azules caídos y la arboleda cada vez más silenciosa, llena de enigmas, como aquellas cuentas que cada uno desgranaba  entre excusas, y la inconsciencia y la fiebre que se desata si alguien profana el orden.
Después la vuelta. El temor cumplido, y las rodillas en el suelo . Y otras luces también ardiendo junto a unos lirios. Qué paz entonces, cansados los cuerpos de la aventura, frente a las hojas y el rostro sereno de una imagen.Y la invocación y el rezo que sólo alcanzaba a pedir algún consuelo, y un castigo menor.

jueves, 14 de junio de 2012


No deja de sorprenderme Vila-Matas. Después de leer El mal de Montano y Doctor Pasavento he comenzado Exploradores del abismo, un título que parece bastante pretencioso para una serie de relatos . Pero qué misteriosa  sigue siendo la literatura. Los versos de Juarroz que incluye el escritor barcelonés en el primer relato Café Kubista me llevaron a indagar sobre el poeta. Acudí a una antología de poesía vanguardista latinoamericana, creyendo que allí encontraría algo del  argentino, pero ni rastro del vate. Estuve revisando las antologías de poesía hispanoamericana que conservo en mi biblioteca y di con una de Espasa Calpe, donde aparecen algunos poemas de Juarroz, de tono muy parecido al que había seleccionado Vila-Matas. Pero lo sorprendente fue descubrir  en aquellas mismas páginas, un poco más allá a otro de los antologados : Heberto Padilla, poeta cubano, torturado y encarcelado por el régimen castrista y repudiado por gran parte de la intelectualidad y la progresía española. Aún hoy es difícil encontrar un libro de poemas  del que quizás es uno de los mejores poetas en lengua española  del siglo XX. Fue reencontrarme con Padilla , como digo, una sorpresa . Leí todos los poemas del cubano incluidos en aquella vieja antología , algunos ya los conocía, y sentí tristeza y rabia, la misma extraña sensación que había experimentado  el pasado verano cuando descubrí casualmente la poesía de Padilla. Me apresuré a seguir su rastro por internet , sabiendo que las huellas de un autor vilipendiado son las de un desaparecido. Lo que encontré me hizo recordar lo leído en aquel tiempo, aunque una referencia a la traducción que Padilla había hecho de Un diario. Jakob von Gunten, de Robert Walser, que desconocía,  fue de nuevo una extraña coincidencia que ha unido  el destino de  estos dos escritores a los que admiro.

En el siguiente relato de Vila-Matas, La Modestia,  que aparece recogido después de un breve texto titulado Otro cuento jasídico , me encuentro a un viajero del autobús número 24 que va tomando notas de las expresiones, los rostros, y las vidas intuidas de la gente que viaja en esa línea de autobús. Durante muchos años , también yo subí al 24, en  la parada de la calle de la Salud, junto a la clínica del Doctor Seguí, para ir a cualquier parte. A Gala Placidia, pues me dejaba muy cerca del barrio de Gracia, a la Diagonal, al Paseo de  Gracia o a la Plaza de Cataluña, a los pies de las Ramblas. Los domingos cogía el mismo autobús, que hacía la misma ruta, y al que solo cambiaban las cifras por unas letras , para ir al mercado de San Antonio en busca de algunos libros de baratillo. Ya entonces seguía los pasos de Vila-Matas, pero siempre le perdía pista. Luego su literatura ha hecho el resto. De qué poco ha servido que mi madre se llame Modesta.

domingo, 10 de junio de 2012

Cruzar una línea no trazada aún y sentir el vértigo, el peso de la armadura que protege el cuerpo. O no cruzarla, y dejarse acariciar por esa brisa que toca las hojas, pero no su centro. El sol cumple los plazos, acaricia el pecho de las hojas, las columnas que parecen sostener nuestra existencia. Cada día renueva el compromiso. No se cansa, no mendiga ni riqueza ni compañía. Nace y muere siempre, y en silencio. Aprende de su empeño, de la costumbre.

lunes, 4 de junio de 2012


Celadores y místicos, marineros, jornaleros, oficinistas, mercaderes, el joven clero, la vieja prostituta, todos dispuestos a sortear la incertidumbre, la larga travesía que nos espera. El pasado, absurdo y ridículo. El hoy, desarmado. El futuro, tejido con duro esparto.  Pero quiénes serán los héroes del mañana, los que consigan reducir la presa, subvertir los pensamientos, el azul prístino de un horizonte moribundo. Y quiénes perecerán en el único intento que nunca habrá sido, en la duda, en la certeza de que ha pasado su tiempo, un turno breve. Quién renuncia, quién abandona, quién da fe de que acaba la vida que para otros comienza.