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miércoles, 29 de octubre de 2014

Las alas negras



Benditos son los muertos sobre los que llueve la lluvia.
Edward Thomas

Su voz es familiar. Tal vez en la mesa de su escritorio
también guarde algunas hojas de castaño,
o aquéllas más cercanas del nogal
o del manzano que llenan el huerto de la casa.
Sus ojos, de tanto en tanto, necesitan aliviarse
mirando el cielo en su crepúsculo.
Y aunque no lo conocí siendo joven
puedo entender sus gestos,
la melancolía que envuelve su pensamiento
cuando está acostado sobre la hierba,
sin hacer nada, sin desear nada,
y oye el vuelo, las alas negras de una mariposa.

Y entonces busca en su memoria
y abre una ventana, y deja que pase
y conozca su casa, 
los sueños que se siguen soñando en los libros,
en los cuadros, en el sillón que conserva
la postura de su cuerpo, y guarda una sombra

para después.

Aunque sea ésta la primera visita,
la más inesperada.

Mirar



Bajo aquel roble antiguo, que cuarenta y seis años después aún sigue estando vivo e igual de viejo, giraba el mundo con la misma insistencia que hoy lo hace. El centeno recién segado sigue en el mismo sitio, acostado en unas gavillas sobre la tierra, una tierra cubierta de llamas que levanta el aire en su incandescencia. La tortura del sol es insistente, se ensaña sobre las pañoletas de colores que llevan las mujeres para cubrir el rostro y una piel curtida que esconden para no sufrir más daño. El sol es un animal herido que grita desesperadamente. Y tú , escondido entre las ramas que caen y rozan la tierra, sentando en una piedra fría, mirando aquel horizonte que se inclina  - donde apenas unos pájaros negros sobrevuelan los campos-  custodiando el agua y el vino, repitiendo las palabras que en un rapto de valentía te ayudaban, y aún te ayudan, a seguir creyendo en un no sé qué, tal vez en el milagro de mirar, de mirar en el pasado, y sentir que algo de todo aquello sigue con vida.

lunes, 27 de octubre de 2014

Y no miento



Y NO MIENTO

Dirás que ha pasado la lluvia como una locomotora,
sacudiéndose el tedio
y la orfandad que queda en esta parte del cuerpo
cuando cumple su cometido
y va más allá del bosque
hacia un nuevo renacimiento.
Y te diré que nada consigue si las manos están vacías
y los huesos algo más viejos.  
Y que ha de llover de otra manera,
entrar en mi esqueleto, donde no hay piel
y la desnudez vive con miedo.
Ahí, en este hueco que deja la ausencia,
y la enfermedad. Ahí ha de llover, día y noche,
y más días con sus más noches,
hasta que se aleje el mal como el calor de las cenizas.
Y no miento, no miento lo suficiente
para decirte que nada es igual si la lluvia no llega,
aunque pase luego como una locomotora
y la oiga cada vez más lejos,
camino de la muerte.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Octubre



OCTUBRE II

Y no importa que el tiempo consuma los días
si entrega otros a cambio.
Edward  Thomas, en su poema Octubre, 
parece convencido de ello,
y vuelve la naturaleza a ser un sueño,
como lo fue antes, cuando mirabas la raíz y traías contigo el aire,
las hojas de fresno en tus bolsillos,
y su resplandor llenaba tus manos pequeñas
abiertas para coger el agua.
Y el agua como una serpiente se perdía.

Y, aún así, al ver la vida caerse
no sentiste miedo, o lo que otros llaman melancolía,
ni creció la úlcera en tus ojos.
Y la felicidad, una palabra que nadie ha visto,
es una tregua que el tiempo concede
cuando todos duermen.
La felicidad, un asunto sin demasiada importancia  
mientras haya días y noches,
y lleguen los pájaros, y se posen sobre una rama partida,
y el viento viaje ligero, y crezca la hierba,
y el ruido del agua no empuje hacia el abismo
                                                                         más que agua.

domingo, 19 de octubre de 2014

Lo que el viento trae y lleva



LO QUE EL VIENTO TRAE Y LLEVA

Cruzan a pie.
Los frutos asoman prudentemente entre el frío y la nieve
mientras ellos pasan cargados con sus fardos.
Algunos llevan para alejar la oscuridad
viejos amuletos tallados en un hueso de cierva
-el universo punteado y la luz dibujada con rayas
que alimentan con cal viva.

He seguido las huellas,
el sueño que anuncia un tiempo nuevo
lleno de contradicciones.
La lluvia agazapada entre los grandes muros de piedra
no entiende de las alabanzas.
Y ellos buscan una palabra
que pueda alejar el miedo,
enterrar la resignación entre los helechos, y la noche,
allí donde queda la memoria de los nombres,
donde un cuerpo es sólo una hoja
que el viento trae y lleva a su antojo.