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jueves, 30 de mayo de 2013

No quisiera morir



No quisiera morir
Sin haber conocido
Los perros negros de Méjico
Que duermen sin soñar.
                           B.V.

NO QUISIERA MORIR


Los días encontrados
en el cajón de la basura,
arrojados con rencor y desprecio
como los versos
que sólo acarician la lengua,
o esa leche agria
que sirve
para alimentar la mosca.
Envejecer, una extraña
forma de aceptar la muerte.
Tú, joven poeta,
duermes en el nicho
y oyes a los perros
recorriendo las esquinas,
negros perros de Méjico
que duermen sin soñar.
Y hablas de ese sueño
equivocado,
del vértigo que nace
en el estómago
cuando masticas sombras,
y hundes los dedos
en los muslos,
y mueves las rodillas,
y la saliva se pierde.
No quisieras morir
tan pronto.
Rosas pequeñas
crecen en el jardín de al lado.
La música toca
un gastado cuerpo,
y algo te arrastra
hasta la noche.
Un fuego, dentro,
cada vez más libre,
como si fuera el último,
frío, inhóspito,
te da la bienvenida.

Y no acudes a ese lugar
con la esperanza
de una muerte digna.

sábado, 18 de mayo de 2013

Chercos, el viejo cementerio.


Más allá del bosque de Senés, y las últimas estribaciones de la sierra, siguiendo una carretera que desciende hasta el corazón de las canteras de mármol, nos desviamos por una senda que serpenteaba entre delgados almendros y olivos y pequeños chaparros hacia el interior,  más oculto y resguardado.  El paisaje de pequeños cerros pedregosos custodiaba una suave hendidura de verdor que seguía el rastro de viejas aguas subterráneas. Trozos de tierra que fue productiva en otra época, en falsas terrazas, mostraban a los ojos toda su belleza, tan efímera como nosotros. El sol sobre las raíces y las piedras dispersaba una luz  limpia por los pequeños barrancos.  Lo que podía alcanzar a ver era ese extraño paisaje de rocas cubiertas de vegetación, y algunas casas dispersas, aquí y allá, que sin orden ocupaban los terrenos dulces, o se levantaban sobre la misma roca, aprovechando la orografía, el escarpado de la roca natural que asoma a veces.
Y nada amenazaba esa calma que se siente cuando estás lejos, cuando queda atrás, como desaparecida, la ciudad. Chercos, un viejo pueblo asentando sobre las huellas de antiguos poblados prehistóricos, mostraba a los visitantes, que llegaban hasta las puertas de las casas, su renovado cementerio. En esta mañana de mayo las nubes no necesitan acostarse sobre el muro encalado, pasan ágiles como sueños sin consistencia. Nada distrae el descanso de los que allí siguen en su lecho, nada interrumpe su último sueño.

domingo, 5 de mayo de 2013

Gran noche oscura



GRAN NOCHE OSCURA

Sin sobresaltos
que puedan herirte,
contemplando la piel de la verdad
que cambia con la hora, y la luz, y el día,
protegido por la misma cínica mirada
que te condena
sigues la senda de la gran noche oscura,
detrás de una hoja
y su dócil melancolía.
Detrás de un sueño,
                        bajo la hendidura