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martes, 24 de mayo de 2011


Pilar y Rafael llegaron a Almería el sábado . Se alojaron en un hotel de Aguadulce que ya conocían de algún otro verano. Vienen frecuentemente a estas playas buscando la tibia calma de las primeras horas de la mañana, y las últimas de la tarde, cuando el sol se aleja y el calor concede una tregua. Los granadinos siempre se encuentran como en casa en estas tierras de Almería, y eso se nota en la naturalidad con la que se mueven, en sus gestos, en sus pasos. El sábado almorzamos juntos en un chiringito del paseo marítimo, junto a la playa. La conversación fue desde el primer momento como la de los viejos amigos que se reencuentran al cabo de los años, y tienen demasiadas cosas que contarse. Y sin embargo apenas nos conocíamos. La primera vez que vi a Rafael fue cuando recogí los ejemplares de mi  libro Vía Nova, allá por el año 2001 , en el servicio de publicaciones de la Diputación de Granada, donde trabajaba. Luego estuvimos juntos en el Palacio de los Condes de Gabia , la noche en la que Miguel d´Ors me acompañó en la presentación del libro, allí estaba mi querido Carvajal, responsable  de la edición. Después , habíamos hablado por teléfono en dos o tres ocasiones, poco más. Y sin embargo el sábado tuve la sensación de volver a ver a unos viejos amigos , tanto Pilar como él, fueron entrañables, por su cercanía y su generosidad.  La conversación se alargó hasta muy tarde. El mar, recortado por un amplio ventanal sin cristales, estaba tan luminoso, que entraba hasta nuestra mesa. Tras los cafés y algún cigarillo decidimos alargar la tarde paseando por Villa África. Fue entonces cuando hablamos de poesía. Rafael Juárez es un poeta que decidió un día no vivir de la poesía. Su obra es la de un poeta alejado del mundo, de la corte . Sus lectores lo saben. Poesía verdadera. Un clásico. La lectura que hizo el lunes en el Aula fue inolvidable.

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