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miércoles, 15 de junio de 2011

Tuvieron que ser aquellos días temerosos, sintiéndote traicionado por una mirada,  por la voz del que creías el amigo. Pero no fue un tiempo perdido si queda como rastro lo más humano, la voz que busca alejar el miedo, ocupar las sombras, dejar un grito. Viejos poetas olvidados: Virgilio Piñera, Heberto Padilla, y tú Reynaldo Arenas, endiabladamente poseído. Y pensar que ahora se cruzan en el camino los que callaron, y sus delatores, las palabras que sirven igual para el engaño que para la vida. Divina poesía que escondes a cada uno bajo tu manto, y perdonas a todos.

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