Igual que la tierra necesita su barbecho, tiempo destinado a fortalecer las entrañas, debería el cuerpo, y aquello que de él no vemos, buscar un tiempo de sosiego, de protegido abandono, para acometer de nuevo su obligada y necesaria empresa, o no acometerla si ya lo ha dado todo. Nada peor que esos frutos enfermos que nacen sin esperanza, y que no sirven ni siquiera para alimentar a las bestias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario