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sábado, 11 de junio de 2011



El viaje a Lijiang tuvo que ser para el pintor posiblemente el viaje nunca imaginado, y sin embargo el más deseado. Siempre han sido los viajes una forma de reconocerse frente a lo extraño. Éste de Vida fue un alumbramiento que años después germinaría en unos lienzos que cuentan del amor y la belleza. Por eso sigo sus pasos entre la bruma que cuelga de  las montañas, en el aire detenido de los pabellones, templos milenarios con sus tejados en forma de barca, o en ese pájaro meciéndose en el agua. Rastros del amor que sigo descubriendo en los retratos de su hija, en el miedo que un padre siente cuando mira el mundo y todo son peligros. Vida condenada a permanecer en un falso equilibrio, en una estabilidad dudosa, en el azar, que trae y lleva misteriosamente. Vida en este Un cuento chino que ha sido siempre una manera de distanciarnos de lo real, una salida, un respiro.




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