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viernes, 9 de septiembre de 2011



Soy de la estirpe de Joseph Uber. Los míos también vivieron las noches de invierno contemplando el fuego, la llama que no se apaga desde el amanecer. Recuerdo que el hogar nos reunía a todos, contra el frío y la tempestad. Allí, juntos oíamos hipar a la lechuza, como lo haría un recién nacido. Aún hoy me llega su lamento, y me desvela. Afuera, las piedras sufrían de soledad. Nunca las sentí quejarse, calladas respondían abrazadas, como nosotros, más cerca cuanto más oíamos azotar el viento. Cuento lo que viví antes de olvidar. Antes de huir hacia un paisaje que no conoce la furia de la noche, ni el delgado filamento que nos une a la tierra.



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