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viernes, 2 de septiembre de 2011

Al fin llegaron, de noche, cuando el sueño nos aleja de la verdad y el daño. Casi silenciosas como animales nocturnos que cruzan el bosque sin ser vistos. Luego precipitándose sobre el asfalto, exhausto de calor veraniego, y de la insoportable sequedad del aire. Oí las gotas derramándose, repiqueteando como en un timbal unos finos mazos metálicos. Volvían a estas tierras del sur, tan necesitadas de frío como un cuerpo torturado por la voluptuosidad del día. Y abrí las hojas de mi ventana para que el agua entrara hasta muy adentro. Luego me ví bajo las aguas, dormido al fin, sin ningún deseo de volver a la vida.

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