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jueves, 22 de septiembre de 2011

Paco de la Torre, y la Ciudad revisitada

No es raro que sea  Paco de la Torre, con esta obra incluida en la exposición Almería, la ciudad revisitada, quien se empeñe en abrir las Puertas de la memoria,  y enseñarnos una parte de nuestra historia, tantas veces olvidada, un olvido que ni siquiera puede justificarse queriendo de esta manera exorcizar el pasado. Paradojicamente su empeño es tan efímero como los versos de William Blake en una escuela de verano para escritores, porque esas puertas de los sentidos volverán a cerrarse otra vez, en cuanto se clausure la exposición, y  octubre nos diga adiós. El carácter perecedero de la obra,  su anunciada desaparición, es un final anhelado desde los orígenes, pues sólo lo finito alcanza a tocar lo sublime .    Pero no sólo por ello la obra logra que una imagen repetida , la de esos humildes kioscos de posguerra que camuflaban los accesos a los refugios, sea capaz de horadar la corteza que protege nuestro cerebro , y dejar allí una semilla que no ha de secarse. Paco de la Torre ha conseguido transformar la imagen en símbolo, porque detrás de ella hay memoria y vida, una historia resumida sobre una sencilla pared de un museo de provincias, hermanando pintura y arquitectura y con connotaciones de icono. Y cuando lo humilde adquiere las virtudes del espíritu roza lo trascendente. Pocas lecciones más sutiles y al mismo tiempo más verdaderas que las que dejó en Almería la escuela racionalista de Langle. Y de eso se dió cuenta muy pronto Paco de la Torre , porque es un artista de su misma estirpe. Lástima que estemos más interesados por los  baños y las sombrillas de un verano que casi agoniza que por lo que de verdad nos hace mejores.




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