Las predicciones en
este límite de tierra donde vivo casi nunca se cumplen. Y eso siempre resulta
un alivio, una suerte en un mundo donde nadie parece poder sentirse felizmente
libre, y a salvo de la suprema seguridad. Por ella pueden vigilar mis
debilidades, y también mis sueños. Da igual lo que hagas, lo que seas, nada se escapa de su tutela. La libertad ha ido menospreciándose como una cosecha pobre que
obliga a mantener la tierra en barbecho. Son ellos los que deciden, los que
saben qué necesitamos. Eligen los actos, los juzgan, y los condenan. Por eso
cuando las predicciones son erróneas recupero el sentido de lo que soy, un
hombre que equivoca su paso, y sigue
bajo las sombras a la deriva. Cuando renuevo
mis equivocaciones, o acierto inmerecidamente, quiero sentir que nadie vigila
mi camino, pues soy capaz de discernir entre el bien y el mal.
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