Allá, el viento que desciende desde las peñas y
trae las últimas sombras del invierno . Atrás la lluvia, y su vieja retahíla de
susurros enredándose en la tierra y en los huesos . ¿Cuánto ha llovido sobre la
memoria de los ausentes? Y sin embargo
abril no se muestra aún dispuesto a ser condescendiente. La luz que ahora se
deshace y deja paso a la noche es cruda y desespera sobre el valle que sigue frío
y como ausente, pues solo lo adverso se
contagia. Busco el ciruelo que ayer alimentaba , la nube pasajera que descubría
un camino libre, lejos de todo aquello que amenaza, y nos obliga a guardar
silencio, a no profanar este tedio que se adueña de los ojos y la lengua, y que hace
daño.
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