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martes, 23 de abril de 2013

Argónida



A lo lejos, las luces de Argónida son como los ojos de un barco que hubiera perdido rumbo, una escuálida nave construida para un único viaje. ¿Y qué horizonte se esconde detrás de esas lindes azules?. ¿Cómo descubrir el tiempo dormido en su vientre, las pocas pertenencias que quedan al final del viaje? Vuelco mis manos y una arena menuda se disuelve en el agua, en un fondo que encierra mi sombra, los sueños depositados que esperan el mañana, pero ese mañana no existe. Tierras de la marisma, donde el amor se disipa entre la impaciencia y el vértigo. Soy aquél que cuenta la escasez , el que divaga entre efluvios sobre maderas a la deriva, en cuerpos nada sospechosos, siempre fieles a la consumación de una pobre verdad. He ido cotejando cada uno de esos baluartes , en parajes semiocultos, donde el corazón acompasa su ritmo. He sido ese hombre, el que guarda en las palabras algunas huellas de la razón.

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