Llueve, en algún lugar, y yo acerco mi boca hasta la
herida. El agua aleja el frío, moja los muslos. El Dios que no conozco abre las
manos y entrega una limosna, un sueño que no lástima ni la raíz ni el fruto. La memoria se arrodilla y
bebe el agua fresca,siente la tierra, el cuerpo que ha de ser sólo recuerdo,
la corriente que lleva algo más que agua, y vida, siempre la misma y
siempre distinta. Pero el Dios que no conozco cierra las manos, y esconde la
lluvia.
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