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domingo, 10 de junio de 2012

Cruzar una línea no trazada aún y sentir el vértigo, el peso de la armadura que protege el cuerpo. O no cruzarla, y dejarse acariciar por esa brisa que toca las hojas, pero no su centro. El sol cumple los plazos, acaricia el pecho de las hojas, las columnas que parecen sostener nuestra existencia. Cada día renueva el compromiso. No se cansa, no mendiga ni riqueza ni compañía. Nace y muere siempre, y en silencio. Aprende de su empeño, de la costumbre.

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