Tiempo y paisaje. Fijar ese momento en que la vida
acude sin exigencias, sin normas que oculten los sentimientos. Un tiempo que se
libera de ataduras y números, abierto a
lo posible que es todo lo que uno imagina, no como sueño sino como potencia del espíritu
que no conoce límites. Un tiempo siempre cercano a los lugares queridos, al
riachuelo que alcanza su apogeo en la poza salvaje donde los cuerpos se desnudan, bajo la arboleda, entre avellanos que peinan la hierba y álamos y
robles. Un paisaje que duerme para siempre donde tú duermes, y susurra como
el viento al cruzar las sombras, y se posa en tu memoria, sin hacer daño.
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