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miércoles, 23 de mayo de 2012


Tiempo y paisaje. Fijar ese momento en que la vida acude sin exigencias, sin normas que oculten los sentimientos. Un tiempo que se libera de ataduras y  números, abierto a lo posible que es todo lo que uno imagina, no como sueño sino como potencia del espíritu que no conoce límites. Un tiempo siempre cercano a los lugares queridos, al riachuelo que alcanza su apogeo en la poza salvaje donde los cuerpos se desnudan, bajo la arboleda, entre avellanos que peinan la hierba y álamos y robles. Un paisaje que duerme para siempre donde tú duermes, y susurra como el viento al cruzar las sombras, y se posa en tu memoria, sin hacer daño.

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