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jueves, 17 de mayo de 2012


SENSATEZ, BUEN JUICIO.

 Hacía tiempo que no ocurría en nuestra ciudad un hecho tan disparatado, por ser contrario a la razón y al sentido común, un hecho que nos revela, sin tapujos ni máscaras, en qué país vivimos, qué instituciones tenemos y quién nos gobierna. Leo en la prensa  que una obra del pintor Jesús de Perceval, La sagrada familia ( 1956) quedará expuesta en una de las salas del Museo Casa Ibáñez, en Olula del Río. El artículo glosa las excelencias del cuadro que, independientemente de su calidad artística, representa toda una época de la pintura almeriense, la que tuteló Perceval cuya vida ya lo dijo Juan Manuel Bonet fue la de un personaje de novela,  esa novela de una Almería de posguerra que se quedó, como tantas cosas en esta ciudad, sin escribir.  La noticia no tendría más importancia si no fuera porque sólo unos días antes había leído en el mismo periódico que el  Ayuntamiento conminaba a la familia Perceval , léase herederos más directos, a asumir las consecuencias de un expediente sancionador por el estado ruinoso y el abandono en el que se encontraba la casa del artista. Un contrasentido. Cuando de lo que se trata es de tutelar el patrimonio cultural de la ciudad esa actitud con respecto a la familia resulta disparatada y absurda.
Una casa y un pasado destruido por los vientos de levante  y los desgarrones que nos depara la vida, y por la sinrazón de aquellos que tienen la responsabilidad de proteger el interés público y sin embargo no lo hacen.  Desde la desaparición del artista, todo lo relacionado con Perceval  ha ido dejándose morir, su memoria, sus archivos, sus cuadros, sus fotografías. La dejadez de unos y de otros se ceba con los muros, los salones de la casa solariega y el estudio del pintor , durante varias décadas un  lugar sacro para los almerienses más despiertos e inquietos,  y para todos los viajeros ilustres que recalaban por la ciudad, atraídos por el esplendor del indalo. Una imagen hoy desgraciadamente vulgarizada,  despojada de su primitiva aureola.  Pues bien, hasta hace bien poco,  el jardín de esa casa  ofrecía al curioso que miraba por encima del viejo muro la imagen de un lugar asilvestrado, sombra de lo que fue, testimonio de la decadencia de toda una época y una saga familiar. Un jardín que aún porfiaba  en su salvaje estado por recuperar algo de la dignidad perdida .  Un ejemplo para los ciudadanos de Almería que no deberían pedir a sus políticos lo que les pertenece por derecho, como si estuvieran limosneando, necesitados de caridad pública.  Ese tiempo, pese a quien le pese, ya pasó. Pero cuando nadie asume sus responsabilidades, cuando las instituciones en lugar de tender a la razón arrojan más insidia a un fuego que devora nuestro pasado, el imaginario y  la identidad cultural de Almería, alguien tendría que demostrar sensatez, buen juicio.  Porque como decía Gracián : Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose. Haze personas la cultura, y más quanto mayor. Aunque, lamentablemente, todavía muchos lo ignoren. Pero, dónde está la sensatez, el buen juicio, del que gobierna.

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