SENSATEZ, BUEN JUICIO.
Hacía tiempo que no ocurría en nuestra ciudad un
hecho tan disparatado, por ser contrario a la razón y al sentido común, un
hecho que nos revela, sin tapujos ni máscaras, en qué país vivimos, qué
instituciones tenemos y quién nos gobierna. Leo en la prensa que una obra del pintor Jesús de Perceval, La sagrada familia ( 1956) quedará
expuesta en una de las salas del Museo Casa Ibáñez, en Olula del Río. El artículo
glosa las excelencias del cuadro que, independientemente de su calidad artística,
representa toda una época de la pintura almeriense, la que tuteló Perceval cuya
vida ya lo dijo Juan Manuel Bonet fue la de un personaje de novela, esa novela de una Almería de posguerra que se
quedó, como tantas cosas en esta ciudad, sin escribir. La noticia no tendría más importancia si no
fuera porque sólo unos días antes había leído en el mismo periódico que el Ayuntamiento conminaba a la familia Perceval ,
léase herederos más directos, a asumir las consecuencias de un expediente
sancionador por el estado ruinoso y el abandono en el que se encontraba la casa
del artista. Un contrasentido. Cuando de lo que se trata es de tutelar el patrimonio
cultural de la ciudad esa actitud con respecto a la familia resulta disparatada
y absurda.
Una casa y un pasado destruido por los vientos de
levante y los desgarrones que nos depara
la vida, y por la sinrazón de aquellos que tienen la responsabilidad de
proteger el interés público y sin embargo no lo hacen. Desde la desaparición del artista, todo lo relacionado
con Perceval ha ido dejándose morir, su memoria,
sus archivos, sus cuadros, sus fotografías. La dejadez de unos y de otros se
ceba con los muros, los salones de la casa solariega y el estudio del pintor , durante
varias décadas un lugar sacro para los
almerienses más despiertos e inquietos, y
para todos los viajeros ilustres que recalaban por la ciudad, atraídos por el
esplendor del indalo. Una imagen hoy desgraciadamente vulgarizada, despojada de su primitiva aureola. Pues bien, hasta hace bien poco, el jardín de esa casa ofrecía al curioso que miraba por encima del
viejo muro la imagen de un lugar asilvestrado, sombra de lo que fue, testimonio
de la decadencia de toda una época y una saga familiar. Un jardín que aún porfiaba
en su salvaje estado por recuperar algo
de la dignidad perdida . Un ejemplo para
los ciudadanos de Almería que no deberían pedir a sus políticos lo que les
pertenece por derecho, como si estuvieran limosneando, necesitados de caridad pública.
Ese tiempo, pese a quien le pese, ya
pasó. Pero cuando nadie asume sus responsabilidades, cuando las instituciones
en lugar de tender a la razón arrojan más insidia a un fuego que devora nuestro
pasado, el imaginario y la identidad
cultural de Almería, alguien tendría que demostrar sensatez, buen juicio. Porque como decía Gracián : Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia
cultivándose. Haze personas la cultura, y más quanto mayor. Aunque,
lamentablemente, todavía muchos lo ignoren. Pero, dónde está la sensatez, el
buen juicio, del que gobierna.
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