Se cruzan los actos en
una maraña que crece sin hilo seguro, sin
centro que los ordene. Se confunden con aquello
que no guarda sentido, y la memoria
rechaza. Sin un lugar tranquilo parecen vivir como huérfanos, cuerpos enfermos que esperan un nuevo día, y ese día no llega.
Después, algún
movimiento enciende la mecha y parecen
nitidos, más cercanos de lo que nunca estuvieron . Así iluminados, cada uno con su verdad aprendida. Pero
esa luz acaba con ellos, como un sueño que en su imposibilidad se negara, y de pronto desaparece.
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