Vistas de página en total

martes, 30 de agosto de 2011

En el bosque de la razón.

Como un caparazón que no alcanza a comprender lo que pasa más allá de él , porque sigue permanentemente extasiado, imantado sobre un centro al que debe proteger, así me siento. Como una pequeña pieza perdida en un bosque, donde la maleza ha crecido desde el último otoño y cubre la epidermis de la tierra, y esa pieza sigue oculta en algún lugar, así me siento. Sé lo inmenso que resulta lo medible, y el poco tiempo del que dispongo. Contar cada una de las hojas, cada uno de los nudos escondidos en los árboles, sería tarea inútil. Y sin embargo ése es mi deseo, una suerte de ser no sólo circunstancia, no sólo deriva, sino ser el que cuenta, y tiene en el número una partida, una razón para seguir el ritmo, como si fuesen pasos orientados hacia algún lugar, donde no perderse, donde mantener despierto el pensamiento, aunque sigan cerrados los ojos, y ronde el sueño.

lunes, 29 de agosto de 2011


No quiero recurrir una vez más al tópico de que en el sur, encendidas las brasas, nos arrojamos en los brazos de la desidia, y la indolencia, para sobrellevar con cierta dignidad estas quemaduras que llegan hasta los tuétanos y disipan el entendimiento. Ayer, la niebla suspendida sobre los árboles dejaba caer unas gotas de agua, y mis ojos se oscurecían. Hoy, al amparo de un aire desnaturalizado, que viene en llamarse climatizado, me refugio en la mentira, en la negación, sin saber qué mirarán mis ojos con tanta luz que ahí, en la calle, pugna por descubrirme, aún más cobarde, más miserable, de lo que era ayer.

sábado, 27 de agosto de 2011


La víspera con su aguijón desnudo inyectando dolor, y a la vez el necesario consuelo para seguir viviendo. El regreso a la vida diaria borra todo lo acontecido hasta hoy, deshace las imágenes almacenadas, diluye el eco de las conversaciones , los recuerdos esparcidos como hierba seca que no se recoge. Fue la dicha un sueño igual que la escritura, tan incierto e irreal como un alcohol que se destila sólo para quemar.

domingo, 21 de agosto de 2011

Elogio del aguardiente de hierbas.
Tuvieron que ser los monjes preocupados por los feligreses que asistían a los lugares de devoción y que después de orar celebraban copiosas comidas, los que vinieran a inventar el aguardiente. O tal vez fue el fervor por hacer que las madrugadas de esos mismos feligreses fueran menos frías al salir de casa, en las duras jornadas de trabajo invernal.  Fuera lo primero o lo segundo la verdad es que la destilación de los alcoholes debió significar un avance científico tan importante o más que el de la rueda o el arado. Por estas tierras del noroeste, en plena ribeira sacra, el nombre de la comarca dice ya mucho al respecto, las distintas órdenes , benedictinos y cistercienses, se especializaron en la obtención de un aguardiente, de color blanco y alto poder calorífico, ideal para despertar a los muertos allá donde estuvieran. Después idearon una fórmula para paliar la dureza de los alcoholes, a partir del añadido de  hierbas aromáticas que le daban al líquido un tono verde, más o menos turbio, en función de la delicadeza de las manos que lo hicieran.
Pero voces autorizadas dicen  que fueron impíos labradores los que descubrieron el aguardiente como bálsamo para ahogar las penas, y soportar el miedo, construyendo retorcidos alambiques que recuerdan las cocinas del infierno. Con esos instrumentos del hereje se acercaron si cabe más a Dios. La prueba más certera de esto serían las queimadas, invocaciones profanas muy extendidas por todas estos lugares, y las meigas sus dueñas aquí en la tierra.
Luego los hombres de fe se apropiaron de la bebida milagrosa. Y ya se sabe donde hay negocio ahí están siempre los hombres más realistas, y a la vez más escépticos. Ellos conseguirían un alcohol suave en apariencia, y de hermoso color, más cercano a su gusto. Durante siglos mantuvieron encendida la llama del Señor celebrando rituales que hoy la plebe sigue con la misma devoción. A Dios lo que es de Dios y a los hombres la esperanza, pues sea en el cielo o en el infierno tiene que seguir habiendo aguardiente para todos.
 
 

jueves, 18 de agosto de 2011


La literatura tiene algo de liturgia: aspira a convertir lo normal y corriente en memorable. Cuánta verdad encierran las palabras con las que Justo Navarro acostumbra a nombrar las cosas, a hilvanar sus pensamientos, sin ánimo ninguno de imponernos su punto de vista, pues ya previamente ha adquirido la suficiente distancia frente a la realidad o la ficción que quiere trasmitirle al lector. Visitamos Guimaraes hace más de una semana, una ciudad relativamente cercana a la frontera española. En poco más de una hora llegamos desde las tierras orensanas, que en su día pertenecieron al reino galaico-portugués, a una pequeña ciudad cuyo encanto reside en su belleza, una belleza serena, pausada, que no pretende nunca impactar al visitante, sino trasmitirle la impresión de que una ciudad puede ser también el lugar adecuado para vivir, para fortalecer su anhelo de estudio y conocimiento, de recogimiento y al mismo tiempo de vida social.   
Y esa belleza el visitante no deberá buscarla en los museos, que los hay y muy interesantes como el  Alberto Sampaio,  sino en el paseo sosegado y curioso por calles y plazas, dejándose llevar por el ritmo de la vida diaria, que es la que verdaderamente hace que una ciudad sea o no habitable. Guimaraes guarda la esencia de una verdad que difícilmente se compra o se vende, y por eso resulta entrañable recorrer sus viejas callejuelas en busca de un lugar en el que pudiéramos pensar que ser feliz es aún posible, quizás como en la literatura, ese refugio donde la memoria permanece fiel al sueño de la felicidad.


martes, 16 de agosto de 2011

Pájaros mecánicos vuelan nerviosos buscando un lugar tranquilo donde posarse, llenar  su vientre de agua y levantar el vuelo. La tierra abrasada se lamenta, pide desesperadamente una tregua, un día y una noche oscura que calme el dolor, que paralice la fiebre. El aire deshace las últimas sombras, enciende el opio del termómetro, que diría Trapiello. Yo busco un escondrijo, lejos de la superficie, para hincar las rodillas y suplicar a los Dioses un poco de misericordia, en forma de lágrimas.

lunes, 15 de agosto de 2011

Dos citas de Las troyanas, de Eurípides :
“ Los muertos olvidan el dolor “.
“A mi esposo le ofrecía una lengua silenciosa, y un semblante tranquilo”

domingo, 14 de agosto de 2011

  Tal vez presentía la lluvia, y por eso apresuraba el vuelo, solitaria, en busca de algún alimento. La silueta , perfectamente definida, bajo unas nubes aborregadas, se desplazaba suavemente, como si el aire la llevara sin resistencia. Los árboles sedientos ocultaban una presa invisible. Y ella, paciente, dibujaba círculos cada vez más pequeños, evitando una posible huida.
  Ahora que el cielo deja caer una lluvia menuda que agradece la tierra, y se oye este silencio humilde, me pregunto qué habrá sido del ave. Qué presa habrá caído en sus garras, o si el vuelo ha sido tan inútil e innecesario como estas palabras mías que se deshacen bajo esta lluvia.

martes, 9 de agosto de 2011

Cómo deja el tiempo señalada la piedra. De ahí este silencio encendido, estas huellas que  resisten el sol y la lluvia, el viento que trae olvido. Qué palabras dichas, susurradas,  guardarán estas piedras. Qué engaños y deseos no cumplidos permanecen aquí cubiertos de musgo, bajo estas sombras que pugnan por no desfallecer. He oído la música que deja el viento  cuando pasa, cuando reconoce en  esas hojas caídas  su cara y su cruz. El viento , el único forastero  que regresa , sin miedo, para hablar con los ausentes, los que dejaron aquí sus sueños enterrados entre piedras  mudas, y  que hoy se defienden como pueden.


sábado, 6 de agosto de 2011


Seguía lloviendo, una lluvia menuda que acaricia las hojas de los carballos, la hierba segada hace sólo unos meses pero ya necesitada de agua. Llovía dulcemente, pausadamente, cuando sonó el teléfono. Una voz cálida , al otro lado, la de Rafael Adolfo Téllez, una voz que en su obra poética alcanza a tocarnos en lo más hondo, llegaba ahora desde tan lejos, hasta estas tierras del noroeste, hasta estos prados donde aún pace el ganado en las mañanas de agosto. Rafael acaba de publicar en La Veleta su  nuevo libro Los poemas de Joseph Uber. Las horas , los días, posteriores a una publicación tienen algo de maravillosamente irreales. Uno cree que el mundo gira en torno a esas páginas escritas, uno desea que los ojos del mundo se posen sobre las letras , los versos, los poemas, como ahora esta lluvia que acaricia la hierba sobre el sueño más antiguo del  hombre.

viernes, 5 de agosto de 2011

La cigüeña segura en su nido divisaba la quietud de la tarde, y los campos segados casi desnudos. En lo alto su cuello levantado dibujaba una ese elegante. Su pico delgado, sus ojos claros, parecían ajenos a este paisaje de castaños y robles, de arroyos que descienden entre  viejas sombras amigas.  Y sin embargo no extrañaba las nubes que lentamente descendían para acostarse en el valle, acomodando su cuerpo a la noche, a esta noche fría que viene sin amenazas.   
Sin rastro de nubes en el cielo, salí temprano para ver el prado despertándose. La mañana traía el sol hasta las ramas más jóvenes de los castaños plantados no hace mucho tiempo, y oí el ruido de los grajos al otro lado de la finca, cerca de la orilla, al lado del camino. El día parecía complacido, pero según avanzaban las horas llegaron también algunas nubes.  Una franja azul pugnaba entre los tonos grises que presagian lluvia. No sé si esas nubes iban o volvían de la sierra. Pero sí pude ver, detrás de los árboles que siguen la línea fría del riachuelo,  un arco cruzando el cielo casi oscuro, y los colores que hacen de un paisaje algo único, como si se tratara de un sueño.

miércoles, 3 de agosto de 2011

De sur a norte, o más exactamente del sureste al noroeste, no sólo cambia el paisaje y la temperatura, las nubes, o el viento,  también cambia uno , como si el que eres tuviera que adaptarse , y acomodar la mirada, y el pensamiento a lo que examina. Y si eres aquello que miras,  también eres lo que reflejas. La hierba del prado casi seca, los robles algo más desnudos, te dan la bienvenida. Mañana, la luz dirá dónde estamos.  

martes, 2 de agosto de 2011

Nada tan incierto como la partida. Lo que ha de llegar tiene mucho, demasiado quizás, de sueño y de deseo. Y quién puede hacer realidad lo que no nos pertenece y es, sólo eso, una posibilidad. Pero en ese desafío está la vida, con todo el esplendor que es capaz de guardar para nosotros. Que seamos merecedores de ello de quién depende.  

lunes, 1 de agosto de 2011


Y otro poema de Heberto Padilla.
( En este poema Padilla no está tan lejos de Valente )

Pero el amor


Sea la muerte de capa negra
y su aureola de un amarillo intenso
y tenga las costumbres que a ella le dé la gana;
pero el amor que sea
como se practica en los trópicos:
cuerpos en pugna con la tenacidad del mediodía,
espaldas aplastando la yerba calcinada
donde el verano esconde sus pezuñas de pájaro,
y humedades mordidas,
impacientes,
y el rasguño en cal viva
bajo el chorro solar.


 

De "El hombre junto al mar"  1981