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viernes, 5 de agosto de 2011

La cigüeña segura en su nido divisaba la quietud de la tarde, y los campos segados casi desnudos. En lo alto su cuello levantado dibujaba una ese elegante. Su pico delgado, sus ojos claros, parecían ajenos a este paisaje de castaños y robles, de arroyos que descienden entre  viejas sombras amigas.  Y sin embargo no extrañaba las nubes que lentamente descendían para acostarse en el valle, acomodando su cuerpo a la noche, a esta noche fría que viene sin amenazas.   

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