La poesía de Houellebecq es desalentadora, como una
mañana ahogada o el silencio reprimido por los golpes de la tristeza.
Es domingo, el último domingo del año. El movimiento perpetúa la vida, fija el calendario de
nuestros deseos y nuestros sueños. La rutina, sin embargo, es tranquilizadora,
tan querida cuando brilla el sol, y la luz entra sin permiso hasta la recámara.
Podría vivir sin todo aquello que me acompaña mientras no muera esta luz. Entrega
un coraje que no es virtud , y la fuerza que necesito, la que busca cualquier
ser vivo, vegetal o piedra. Sólo entonces cumplo con el rito de creer que aún
hay esperanza. Agradezco al sol una voluntad que no
tiene, fruto del azar o de los dioses. Y a ellos debería encomendarme. A este
sol que sigue apareciendo cuando nadie lo espera .
No hay comentarios:
Publicar un comentario