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martes, 20 de diciembre de 2011

Mira los árboles, levanta tus ojos hasta donde llegan sus hojas, allí en lo alto el cielo acoge lo que nace en la tierra. No hace falta salir de la ciudad para encontrar una arboleda agradecida, un trozo de cielo acunando unas ramas. Incluso Madrid tiene sus árboles, y su otoño. Y esa luz crepuscular que acaricia un instante las casas, y las calles. Mira cómo también ella deja su belleza para aquellos que la necesitan. No sólo en la montaña, o en esos valles perdidos, tiene la luz confianza. En el lugar más insospechado crece la semilla, aquí mismo, en el hueco que el asfalto aún no ha amordazado. También tú puedes encontrar un motivo para levantar los ojos, para buscar el aire más puro.


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