Cambia el tiempo como el animal su rumbo detrás de un rastro esquivo y caprichoso, en busca de alimento. Hace unos días, tan sólo, una fina lluvia calaba nuestras ropas, los pies húmedos a pesar del calzado propio de andar por la sierra, el frío arañando la piel de la cara, y todo parecía vivir para celebrar el otoño, siempre triste a pesar de su belleza. Hoy, el sol se levanta con empeño y vocación de ser una pequeña brasa. Un azul casi transparente recuerda otros cielos ya pasados, y la luz obliga a mirar el día con agrado. Pero será un espejismo, un sueño pasajero que nos lleve a un mundo lejano e imposible. Es ya tiempo para el recogimiento, para arrojar de la memoria los falsos brillos, la mentira que se acomoda en los cuerpos más jóvenes del verano.
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Sierra de los Filabres |
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