Vistas de página en total

domingo, 27 de noviembre de 2011

Debe afinar la mirada como si se tratara de un instrumento, medir la distancia, alejándose de lo superfluo, situando el punto de mira en lo que de verdad importa. Para ello ha de saber qué quiere. Nieblas y sombras no son en sí mismas mejores que una tranquila mañana soleada. El misterio que guarda lo previsible nos aleja siempre del asombro. Las huellas que sigue la mirada las descubre alguien que no conoce la senda, y va hacia el abismo, un pozo lleno de incertidumbre. Después puede que haya algún desconocido respiro, tal vez una piedra que nos de aliento y descanso, o quizás un gesto, una palabra que recordemos. Pero el peso de la fatiga sólo al final del camino desaparece.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario