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jueves, 28 de abril de 2011

                                          Un poema de José Emilio Pacheco
                                          de su libro La arena errante.

ELOGIO DE LA FUGACIDAD


Triste que todo pase…
Pero también qué dicha este gran cambio perpetuo.
Si pudiéramos
detener el instante
todo sería mucho más terrible.

¿Pueden imaginar a un Fausto de 1844, digamos,
que hubiera congelado el tiempo fugaz en un momento preciso?
En él hasta la más libre de las mujeres
viviría prisionera de sus quince hijos
( sin contar a los muertos antes de un año),
las horas infinitas ante el fogón, la costura,
los cien mil platos sucios, la ropa inmunda,
-         y todo lo demás, sin luz eléctrica y sin agua corriente.
Cuerpos sólo dolor, ignorantes de la anestesia,
que olían muy mal y rara vez se bañaban.

Y aun después de todo esto, como perfectos imbéciles,
nos atrevemos a decir irredentos:
“ Qué gran tristeza la fugacidad.
¿Por qué tenemos que pasar como nubes? “

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