Ya no es éste el mes
más generoso con las horas de luz, y sin embargo no percibo el principio de un final que irremediablemente
ha nacido ya. Me siento afortunado por no ser capaz de tasar hasta esa
medida el tiempo, de no
alcanzar a perfilar su misma presencia. Y no siento dolor sabiendo que el verano termina siempre arrodillado,
y los días que vienen detrás han de ser un
largo adiós. Luz y agua me conducen ahora a un lugar propicio para el solaz de
los sentidos, y la negación del ser.
Tomo los baños en este mar, y las sales que circulan libres sin pedir nada a
cambio. Juzgo tanta generosidad como un error, o una bendición. Y no quiero
saber qué vendrá después, qué aguas
tendré que visitar cuando llegue la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario