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martes, 9 de julio de 2013



El cuerpo como la escritura se acostumbra a ciertas comodidades, busca lugares tranquilos donde pasar los años, olvida los esfuerzos, la constancia, y esas molestias que la edad deja en huesos y articulaciones. Esos lugares tienen vistas maravillosas, y en ellos la alimentación es copiosa. Uno cree que ese tiempo de abandono no será muy largo, y no afectará a nada de lo importante.  Pero cuando quieres darte cuenta tu cuerpo no responde, ni te obedece, es lento y torpe, y solo una carga. Pero cierras los ojos y crees que nada de lo real está pasando, y sueñas que ayer es mañana, y que esas nubes negras que siguen de cerca tus pasos son nubes pintadas.  Ves, dices, tú puedes esquivar las adversidades, y fluyen las ideas con la misma verosimilitud, con la misma fuerza de entonces. Divina providencia, tan sólo unos días en el gimnasio y todo volverá a ser lo mismo. Y oyes el engaño como achica el dolor de los músculos, como merma las ilusiones.

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