Otra ciudad, construida a partir
de la década de los 60, se asentó más allá del límite natural de la carretera ,
la que iba y venía de Granada. Sus casas
de pocas plantas de altura, no más de cuatro o cinco, conforman un enjambre de vida
populosa, sorprendentemente despierta,
ajena en su devenir cotidiano al corazón de Almería, a ese centro también
bullicioso pero de distinta manera. Si este barrio, la colonia de los ángeles, se hubiera levantado más próximo al mar
su aspecto sería el de cualquier ciudad costera del sur de Italia. Y bajo este
paradigma, el de los barrios de la periferia que ocultan las ciudades, uno
siente que estas gentes pugnan con todas sus fuerzas por resistir ante una
modernidad débil, que hoy más que nunca se ceba en ellas. Aquí, callejeando, se
es consciente de las distancias no sólo geográficas que aún
existen en nuestra sociedad , del abismo que separa a quienes nacen lejos de
un hipotético centro, el de la riqueza, el del poder, o el de la cultura. Y sin
embargo, aunque las cicatrices se distinguen en cada una de estas humildes
fachadas hay algo que las mantiene con un porte de distinguida presencia,
quizás el orgullo de pertenecer a una clase social que durante siglos ha
sobrevivido gracias a su coraje, y a su voluntad de
resistencia.
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