No debe quedar ni
rastro de aquel dancing al aire libre
abierto en el año 1946, muy poco después de terminar la guerra , en Ferrara, el
de las afueras de Porta San Benedetto, en
la curva del Doro. Tuvo que ser un lugar
alegre, como lo fueron siempre los dancing. Pienso ahora en aquel otro, a orillas del douro, el Brístol dancing
club, motivo de alguna portada de la famosa revista portuguesa ABC, del año 1927, ilustrada por
Jorge Barradas. El de San Benedetto fue, supongo, un lugar donde olvidar las
miserias de aquellos años, y el intenso frío de los inviernos ferrarenses.
Nada consuela tanto como posar la mirada sobre unos cuerpos que unen belleza y
armonía. Pero sobre todo aquel dancing, un local modernísimo, a la americana,
según cuenta Giorgo Bassani, fue un magnífico lugar para esconderse, pues ya se sabe
que sólo el hombre delata y traiciona cuando se ve acorralado. La guerra es una
prueba, y deja su marca, sobre todo en la conciencia. También en la de los
supuestos vencedores. Allí, en las afueras de Porta San Benedetto, muchos de ellos
intentarían borrar las huellas de la memoria. Me pregunto , qué habrá sido de aquel local,
de las veladas que amenizaban pequeñas orquestas, y de aquellas jóvenes muchachas
que hoy recordarán la suave caricia de una noche de estío y la melodía de alguna canción que el tiempo ha ido
embelleciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario