Sí, cruza el
viento la calle y ese muro de piedra adornado con dos viejos jazmines, las flores
no se distinguen entre lo negro que va dejando el hueco de la noche. Sí, llegan, por fin, las
horas que hacen que la vida parezca obligada a recogerse, a buscar refugio, en algún
lugar donde cuidar el cuerpo o más bien esconderlo. Nada tan cierto como este
continúo movimiento que apaga las luces, y entierra las promesas que ofrecieron un verano como ese que recordarás siempre.
Nada, sin embargo, parece que rehuya este día. Si estás aquí, y ves la mano que
se le aleja , y el sueño, y la costumbre , ofrécele la puerta abierta. Quieras
o no, avanzará su paso sobre ti. Dale, pues, la bienvenida , nada resulta tan llevadero
como un dolor aceptado, un dolor que
sabes para ti. Aunque , hoy, te cueste
creerlo también pasara. Todo llega y todo se aleja. El viento cruza ahora la
calle, y empuja esas hojas cansadas no se sabe hacia dónde.
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