Me gusta creer que el origen de Ferrara, la ciudad italiana, proviene no de la raíz ferro, y por
tanto de lo que pudiera ser un lugar rico en ese viejo metal, sino de farro, una
espiga de trigo duro que cultivaban los romanos. Este origen cercano a la
tierra y las cosechas la hace más terrenal y humana, más menesterosa y tal vez
por ello igualmente necesitada y pulcra. Mi hijo llega esta noche a Ferrara, ojalá que algo de la fortaleza que guardaban aquellas espigas sea suya
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