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lunes, 30 de julio de 2012




Y si la lluvia anegara las últimas chumberas, y la tierra y los frutos se abandonaran a un nuevo destino, a la tormenta que arrastra los asientos, las convicciones, como si fueran frágiles raíces desprendiéndose, y nada tuviera la fuerza suficiente para permanecer abrazado a la tierra, bajo un sol que levanta las cenizas y no deja huella que no calcine el viento, avaro y bronco, y ajeno a cualquier misericordia.

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