Y si la lluvia anegara las últimas chumberas, y la tierra y
los frutos se abandonaran a un nuevo destino, a la tormenta que arrastra los
asientos, las convicciones, como si fueran frágiles raíces desprendiéndose, y
nada tuviera la fuerza suficiente para permanecer abrazado a la tierra, bajo un
sol que levanta las cenizas y no deja huella que no calcine el viento, avaro y bronco,
y ajeno a cualquier misericordia.
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