Que las tijeras recorran cada pliegue, la orilla de
la piedra. El óxido cayendo inútilmente como sangre derramada o como el miedo que cruza la
piel y rebosa en gotas de sudor, y deja su mancha . Que tu mano siga la línea marcada como si
fuera un patrón que se recorta en la mesa del sastre , o el cuerpo enfermo
que necesita el cuidado de la ciencia, la cuchilla que saja la podredumbre. Y si no deja que el fuego haga su trabajo,
despacio, en silencio, pues se sabe dueño
de todo lo que vive.
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