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domingo, 1 de julio de 2012



Que las tijeras recorran cada pliegue, la orilla de la piedra. El óxido cayendo inútilmente como  sangre derramada o como el miedo que cruza la piel y rebosa en gotas de sudor, y deja su mancha .  Que tu mano siga la línea marcada como si fuera un patrón que se recorta en la mesa del sastre , o el cuerpo enfermo que necesita el cuidado de la ciencia, la cuchilla que saja la podredumbre.  Y si no deja que el fuego haga su trabajo, despacio, en silencio, pues se sabe dueño de todo lo que vive.

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