La poza, con su noche adentro, alargaba los brazos como queriendo atrapar una presa. Miedo y deseo encendían las sombras y una hilera de tablas colocadas sobre el vacío. La tarde se llenaba de grajos alrededor de las copas, moviéndose en círculos, como ellos cuando chapoteaban en el agua, girando sus cuerpos, temiendo que surgiera del fondo una bestia negra para llevarse un sueño recién nacido.
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