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domingo, 4 de marzo de 2012


Estas tijeras con forma de pez y escamas azules mordieron el metal y la hojalata, y duermen ahora sobre un tablón cualquiera. Ausente la mano que apretaba la empuñadura su valor es el de un objeto extraño que guarda la belleza, la gracia del artesano que pensó su forma sin pretensiones, sin un afán artístico. Antes de que el óxido pueda manchar su cuerpo o el olvido o la pérdida se la lleven quede aquí su forma retratada, en este museo de aperos y quincalla que nos recuerda que la belleza es una falsa herramienta

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