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miércoles, 6 de julio de 2011




Qué raro resulta encontrar un banco donde se sientan cómodos dos viejos amigos, tan celosos cada uno de sus manías y sus caprichos. Lo mismo ocurre cuando coinciden en un mismo lugar, en un único soporte dos disciplinas artísticas , tan ajenas siempre la una de la otra, e igualmente celosas cada una de ellas de su propio mundo. Las aventuras estéticas que combinan poesía y pintura no siempre alcanzan los resultados deseados. Pero cuando eso ocurre lo que resulta de ambas sobrepasa la suma de las partes . Ese es precisamente el mérito de un libro como Nord-Sud de Juan Manuel Bonet y Bernard Plossu o de Bernard Plossu y Juan Manuel Bonet. Nadie diría si las imágenes han sugerido los versos o si a través de la palabra el fotógrafo ha ido descubriendo la realidad más cercana a esa ficción verdadera que es toda literatura. Si las fotografías sugieren más que señalan caminos posibles, los versos de Bonet nos acompañan como si fueran los ojos del lazarillo por los que descubrimos el mundo. Su certeza y su cercanía hacen que el secreto de la imagen se revele, ofreciendo una verdad que el lector enseguida comparte, y al mismo tiempo con el convencimiento de que la intriga que cualquier imagen anónima encierra en sí ha sido ya desvelada. Esta tarde he vuelto a ver La lista de Schindler y aún resonaban en mi aquellos versos del Reloj funcionalista que había leído unas horas antes : Reloj mide las horas/ de una Europa libre, feliz.       

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