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domingo, 17 de julio de 2011

Hoy, el mar estaba picado, con olas pequeñas que traían revueltas las aguas. En la playa el viento levantaba la arena más fina, doblando las sombrillas como pañuelos. Pronto se quedó la playa casi desierta, más propia de los días de otoño, cuando la gente abandona los baños hasta el verano siguiente. Y sin embargo el agua no estaba fría, y el sol dejaba tranquilos los cuerpos tumbados en reposo. Leí algo, entre líneas, anotaciones sobre la tragedia, que se ya se insinuaba en Homero. Esa será la lectura de este verano, alguna obra de Esquilo, Sófocles, y Eurípides, en un intento de hacer menos profundo ese vacío, y menos dolorosa mi ignorancia. 

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