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miércoles, 29 de octubre de 2014

Mirar



Bajo aquel roble antiguo, que cuarenta y seis años después aún sigue estando vivo e igual de viejo, giraba el mundo con la misma insistencia que hoy lo hace. El centeno recién segado sigue en el mismo sitio, acostado en unas gavillas sobre la tierra, una tierra cubierta de llamas que levanta el aire en su incandescencia. La tortura del sol es insistente, se ensaña sobre las pañoletas de colores que llevan las mujeres para cubrir el rostro y una piel curtida que esconden para no sufrir más daño. El sol es un animal herido que grita desesperadamente. Y tú , escondido entre las ramas que caen y rozan la tierra, sentando en una piedra fría, mirando aquel horizonte que se inclina  - donde apenas unos pájaros negros sobrevuelan los campos-  custodiando el agua y el vino, repitiendo las palabras que en un rapto de valentía te ayudaban, y aún te ayudan, a seguir creyendo en un no sé qué, tal vez en el milagro de mirar, de mirar en el pasado, y sentir que algo de todo aquello sigue con vida.

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