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lunes, 20 de febrero de 2012

En un mundo protegido los ojos se esconden bajo las aguas del mineral y reconocen la belleza, una razón que encuentra súbditos y fieles como si fuera un nuevo credo. El comedor de los desheredados abre sus puertas en la acera contraria, allí donde el sol no llega a calentar el aire pero sí las ramas más despiertas. Una piedra luce desnuda cuanto más se desea. A cambio de qué florece el almendro antes de tiempo. Sus hojas soportan mejor el frío y enseñan su alegre estampado, como esas jovencitas sus vestidos de nueva temporada. Con la misma alegría también miran los desheredados el cuenco caliente y algo reconforta sus cuerpos. He visto en sus ojos la sombra de un destello. 

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