Cubro el hueco de las horas vacías, y pasan veloces
como el viento que trae lluvia, una lluvia que se prodiga hasta las últimas
habitaciones. El sueño no me distrae desde hace no sé cuánto tiempo. Ni sueño
ni poesía se atreven, con esta lluvia, a llamar a mi puerta. Será que necesitan
distancia, que sus nudillos siguen doloridos. Las manos sino están limpias no
merecen lo que tocan.
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