Bosque de Senés.
Las nubes del esfuerzo pasan inútilmente sobre los
montes chatos, sobre el arbolado que se divisa regularmente, dejando al
descubierto una costura de tierra abierta, donde el sol se derrama con
violencia. Casi nunca permanecen quietas o descargando su peso. Van y vienen de
algún lugar a otro. Son huérfanas que van en busca de un lugar seguro. Sobre el
aprisco resultan sólo decorativas. Nadie, ni siquiera los animales, las temen.
Las nubes del esfuerzo señalan un punto perdido en el horizonte, en esta Sierra
de los Filabres, tan humana, tan íntimamente necesitada que solo gime en
silencio su abandono.
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