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domingo, 16 de abril de 2017

ROMA

Ídolos, estatuillas fúnebres
cuya función
es cerrar las heridas
de un incierto futuro.
El lugar que ocupan estas piedras
es el mismo, y es otro,
como lo es el placer y el miedo
en los ojos,
en la escritura que fija
una parte de la memoria.
El río y los árboles caídos
están exhaustos ante el peso
de la historia.
Roma, nadie podrá mirarte
sin sentir una honda preocupación,
el dolor que la belleza
nos deja
                     siempre.

Tú, te proteges
de esos nuevos bárbaros
abriendo sus ojos
para que nada sea igual,
y nada parecido,
un instante después.
Las sombras que suben por la colina
hasta Villa Borghese
desnudan los sentidos
de toda vanidad.
Aquí, los días son 
esclavos de un sueño
que dura
lo que tarda el sol
en esconderse.
Y este teatro espera
a que alguien baje el telón
y apague las luces.
Aunque queden ciegos
los corazones.
Y se queden solos,
de nuevo,  
estos ídolos, estas estatuillas

entre las piedras. 

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