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viernes, 24 de junio de 2016

Gracias, libertad

Libertad y angustia, así titulaba hace unos días Andrés García Ibáñez un artículo en el que hablaba de la creación, en la sociedad actual, donde el artista puede elegir lo qué decir y de qué forma, seguramente como en ningún otro momento de la historia. Pero la libertad no siempre se administra bien. A veces puede provocar vértigo, angustia, hasta parálisis. No desdeñes nada./Una rana le dio a Basho/su mejor poema. En estos versos del venezolano Rafael Cadenas descubrimos que más allá del tema o el asunto de una obra lo importante es lo que tú seas capaz de ver, y para eso tienes que tener tus sentidos bien despiertos, atentos a cuánto pasa por la vida. Nada desprecies por insignificante que sea, pues hasta lo más pequeño puede ser muy grande si tus ojos son capaces de mirar en lo profundo. Aprender a ver debería ser una materia a impartir en las escuelas de arte, muy orientadas al conocimiento de las técnicas artísticas.    
En este mundo que corre a una velocidad endiablada, donde se fabrican y se destruyen en un día miles de imágenes, y de sueños, donde la información de hoy estará mañana enmohecida, el artista trabaja con materiales perecederos. Nada garantiza el éxito de la creación artística, porque el arte es una búsqueda, en muchas ocasiones una búsqueda sin respuesta, porque no la hay o porque la respuesta es sencillamente esa búsqueda. Y es que la creación artística sigue siendo un enigma, solo sabemos que es verdadera si deja huella, si nos conmueve y emociona. Un rapto inexplicable, un soplo que acaricia algo dentro de nosotros, no sabemos muy bien dónde ni por qué, de ahí que lo llamemos misterio. Se escribe, se pinta, se crea desde la incertidumbre y la duda, desde la pérdida y el asombro, por lo que no se tiene, o por lo que se ha perdido. Es un viaje hacia dentro, en busca de aquello que está enterrado en lo más íntimo, lo que nos hace a cada uno seres únicos y diferentes, lo que de verdad somos, aunque tantas veces “cavas y cavas sin encontrar la piedra”. Pero no importa, casi siempre se aprende más del fracaso que de falsas y pírricas victorias. El halago en el arte es una caricia envenenada, pasado el momento de obnubilación una extraña sensación de realidad se apodera de ti. Nos empeñamos en valorar a los artistas como si fueran deportistas que alcanzan un lugar, un puesto, en una competición. Nada más ajeno al arte que esas clasificaciones y jerarquías. Me resultaría difícil elegir entre un cuadro de Javier Huecas o uno de Hockney, entre un Palazuelo y una obra de Pepa Satué. Más allá del mercado el arte sigue, gracias a la libertad, en manos de los artistas. Son los que templan la angustia o aprenden a vivir con ella.


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