OCTUBRE II
Y no
importa que el tiempo consuma los días
si entrega otros a cambio.
Edward Thomas, en su poema Octubre,
parece
convencido de ello,
y
vuelve la naturaleza a ser un sueño,
como
lo fue antes, cuando mirabas la raíz y traías contigo el aire,
las
hojas de fresno en tus bolsillos,
y su
resplandor llenaba tus manos pequeñas
abiertas
para coger el agua.
Y el
agua como una serpiente se perdía.
Y, aún
así, al ver la vida caerse
no
sentiste miedo, o lo que otros llaman melancolía,
ni creció la úlcera en tus ojos.
Y la
felicidad, una palabra que nadie ha visto,
es una tregua que el tiempo concede
cuando todos duermen.
La
felicidad, un asunto sin demasiada importancia
mientras
haya días y noches,
y
lleguen los pájaros, y se posen sobre una rama partida,
y el
viento viaje ligero, y crezca la hierba,
y
el ruido del agua no empuje hacia el abismo
más que agua.
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