AUTORRETRATO
Lo
que me echo a la boca adormece mi rebeldía.
El
aceite que una mano extiende sobre mi deseo,
y sobre
mis huesos, alimenta el sueño y la desidia.
La
música que suena algunas noches
en
esta casa pequeña es pobre y empobrece mi espíritu.
Mis
pensamientos se refugian en extraños lugares
todos
proclives a la belleza.
Una
infamia que es mi dueña, y mi castigo.
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