Qué larga travesía. El mismo horizonte día tras día, las huellas
que se repiten y nunca dan alcance. Y el tedio, esta enfermedad que encadena mis
huesos y mi lengua, tan meticuloso en su vigilancia, en el nudo que no deja
cabo suelto, y saca el aire, la vida poco a poco. Veo cómo el sol se acaba, cómo
desiste en su empeño de proclamar el día nuevo, y en ese abandono está mi refugio.
Tiene la noche una suerte de gracia, muerte anunciada , muy falsa y muy
verdadera, como todo aquello que parece sublime.
No hay comentarios:
Publicar un comentario