LAS LÁGRIMAS DEL DÍA
El cansancio nos redime, justifica nuestra tez
y nuestro silencio, y cierra oídos y ojos
para que no seamos. ¿Acaso basta oír para ser?
La luz ha sido un dragón, una flecha equivocada
como el sueño que anda suelto por las montañas,
y busca en las cavernas, y hiere el corazón.
Esta música pegada a la carne no sustituye la
belleza.
Coge en tus manos el agua del riachuelo,
una ínfima parte de su ser. Nada cambia.
Busca, ahí, en el centro, alguna respuesta,
sólo quedan sombras
cuando el agua se derrama.
La ceniza que no se ve no existe.
Cultiva los helechos en un huerto inclinado,
junto a los crisantemos.
Por la mañana abre los ojos,
mira cómo las lágrimas del día acarician la carne.
No hay comentarios:
Publicar un comentario